Si tu hijo te dice que no quiere ir al colegio, ¡escúchale!
El
candidato al llamado Nobel de los profesores revela la receta del éxito
de siete escuelas que están revolucionando el sistema educativo español
Tras convertirse en todo un referente en su profesión con la publicación del libro
La Nueva Educación
y la obtención de varias distinciones, el maestro zaragozano César Bona
(Ainzón, 1972) ha visitado siete escuelas que están revolucionando el
panorama educativo español. En estos centros, adscritos a un proyecto
pionero dirigido por la Fundación Ashoka, lo más importante no es que
los alumnos aprueben, sino escucharlos, motivarlos y formarlos para que
sean personas socialmente responsables. En algunos de ellos no hay
deberes ni exámenes; en otros, las materias nacen de las preguntas que
formulan los propios niños, y tienen como común denominador el promover
valores relacionados con el compromiso social en detrimento de la
competitividad feroz que domina el mundo actual.
Con gran modestia, Bona asegura que no le gusta que le digan que es el mejor maestro de España,
a pesar de que su labor le ha hecho merecedor de dos premios del
Ministerio de Educación, quedó entre los cincuenta mejores profesores
del planeta en el galardón internacional
Global Teacher Prize
–llamado Nobel de los profesores- y la mismísima Jane Goodall,
primatóloga, Premio Príncipe de Asturias y Embajadora Mundial de la Paz,
le pone como ejemplo de pedagogo fuera de serie.
Pero no todo son elogios. Los planteamientos del docente también han
levantado ampollas entre algunos de sus colegas de profesión con una
visión más convencional de la educación. Muestra de ello es el libro de
Alberto Royo Contra la nueva educación. Pero a pesar de las
críticas, César se mantiene firme en su compromiso por una educación
mejor y más humana. También reconoce que “ha sido un regalo” este
paréntesis que se ha tomado en su carrera como docente –está de
excedencia desde 2015 de la escuela pública donde trabaja - con el
objetivo de difundir cómo es el día a día en los centros educativos que
protagonizan su nuevo libro: Las escuelas que cambian el mundo. Porque una nueva educación no es un sueño, es una realidad.
¿Qué recuerdos guarda de su etapa como alumno?
Supongo que los mismos que tienen los lectores que nos leerán: el ir a
la escuela, tener que leer un libro de texto y, luego, soltarlo en un
examen, olvidarte e ir al siguiente tema; lo que sigue sucediendo ahora
años después. Y, claro, las cosas van cambiando en todos los ámbitos de
la vida y la educación no debería ser diferente.
¿Cuál es el fallo de la educación convencional?
Nos tenemos que dar cuenta de que somos seres sociales, pero seguimos
educando a seres individuales. Es necesario que el conocimiento ya no
parta solo del maestro, sino que sea un factor compartido y no sea usado
exclusivamente de forma individual.
¿Qué carencias educativas arrastramos la generación EGB?
Sobre todo sociales. Si echas la vista atrás, ¿qué importancia se le
daba a las relaciones humanas en la escuela en la que nosotros
vivimos?¿O qué cultura ecológica se nos inculcó?¿Cuántas veces
escuchamos cuando éramos niños que las diferencias entre nosotros
enriquecen? Vida y Escuela han de ser indisolubles.
¿En qué consiste el proyecto ‘changemarker’ al que están adscritas las escuelas en las que se basa su nuevo libro?
En escuchar a los niños, porque tienen mucho que aportar, invitarles a
mirar a la sociedad donde viven e intentar mejorarla. Se trata de
convertirles en agentes de cambio. Los alumnos de estos centros celebran
asambleas, deciden qué colegio quieren. Y esto no significa que se
suban a las barbas, sino que están más a gusto en un lugar donde pueden
tomar decisiones, algo que nos sucede también a los adultos.
Usted critica que en el sistema imperante se escucha poco a los alumnos.
En realidad no es una crítica, es un hecho. Los niños y niñas en la
escuela siguen recibiendo información que luego van a tener que repetir.
La educación tiene que evolucionar: lo más importante para educar o
enseñar es escuchar.
¿Qué diferencias hay entre los siete centros ‘changemarker’ de España?
No todos hacen lo mismo. Tenemos, por ejemplo, una escuela rural en Zaragoza –Alpartir,
que tiene 39 alumnos- con una relación maravillosa con el pueblo que la
acoge: los vecinos de la localidad entran en el colegio y los niños
participan en el Ayuntamiento.
Interesante.
En el instituto de Sils (Gironès) y en la escuela Sadako (Barcelona) tienen muy en cuenta el compromiso social. En el colegio O Pelouro, de Galicia, conviven niños de distintas capacidades y no se tienen en cuenta las etiquetas. En el centro Padre Piquer, en Madrid, los chavales de secundaria, bachillerato y FP evalúan a los profesores -también su nivel de empatía-.
¿Qué otras singularidades de estas escuelas le han llamado más la atención?
En Amara Berri, en San Sebastián, los niños rigen sus propios
medios de comunicación y comparten sus proyectos y trabajos con los
demás compañeros y con la sociedad. Otro ejemplo es el curso de
mediación de conflictos de segundo de ESO que imparte la escuela Sadako.
En este colegio los mayores apadrinan a los pequeños creando una
relación muy especial. Además, es maravilloso ver cómo proyectos que
pueden durar semanas nacen de una pregunta sencilla de un niño.
¿Otras peculiaridades interesantes?
En Amara Berri no se les enseña a hacer operaciones de matemáticas
para que luego las plasmen en un papel, sino que las aprenden a través
del juego: van a su tienda donde hacen de tenderos, negocian, compran
pescado, galletas… ¡Que es como realmente aprenden los niños! En La Biznaga (Málaga) deciden todo por consenso en asambleas y da gusto verles hablar.
Pero la escuela no es un juego.
Cuando la gente lea “aprenden jugando” pensarán que estos centros
desvirtúan la educación, y es justo lo contrario: lo que nos sucede es
que miramos a la infancia con ojos de adulto y se nos olvida cómo
aprenden los niños.
¡Ilumíneme!
Deja un niño suelto y obsérvalo un rato y verás como siempre tiene la
curiosidad a flor de piel. Tenemos que saber aprovechar la esencia de
los niños -curiosos, creativos…- para sacar lo mejor de ellos.
¿Y memorizar?¿También es importante para la educación?
Sí y tenemos que saber estimular y usar la memoria, pero no podemos
olvidar que se aprende también lo que se siente. Lo que sucede en
nuestro sistema educativo es que se busca que los chicos den una
respuesta que previamente les hemos dado. Ahí está la clave: si tú te
implicas en el proceso, te quedas mejor con lo que aprendes.
¿Cómo se evalúa en estos centros?
Evaluar es importante en la vida: evaluamos constantemente cada día
lo que hacemos, aprendemos de los errores, al igual que hacen los niños
de estas escuelas, donde hay buenos resultados académicos y sociales,
que es una parte no menos importante.
¿Pero hay exámenes?
En algunos sitios, sí; en otros, no. Pero en cualquier caso el aprendizaje sí existe.
Pero al acabar el instituto o en la universidad tendrán que pasar todos ellos exámenes.
Todos estos alumnos están preparados para la vida y para pasar
pruebas porque es mucho más fácil volcar la información en un papel
cuando sabes buscarla. La diferencia es que normalmente se enseña a
decir: “Mira, tú tienes que estudiar esto para mañana y luego me vas a
demostrar que te lo has aprendido”. A los dos días eso está olvidado.
Pero aquí se les invita a investigar, a compartir con los compañeros, a
debatir, y eso se queda dentro. Otra cosa es el tema de la reválida…
¿Qué opina de la reválida que establece la Lomce?
La reválida es un viaje en el tiempo, pero hacia atrás. Si realmente
piensan que poniendo más exámenes se va a conseguir mejorar la calidad
educativa están cometiendo un error: miles de estudiantes se quedarán
fuera del sistema educativo. Si pretenden eso, lo conseguirán.
Hace unos días usted fue recibido por el recién estrenado
ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo. ¿Le trasladó sus
reticencias a la nueva ley?
Estuvimos hablando un rato. En cualquier caso, no creo que fuera nada trascendente.
¿Pero le mostró su incomodidad por la reválida?
Sí, como cualquier maestro…
Pero usted no es como cualquier maestro. El Ministerio de Educación se refiere a usted como “el mejor profesor de España”.
No, yo no me considero el mejor de España. Y esto como titular ni se
te ocurra ponerlo porque no me considero así, porque hay muchos
profesores que he conocido que son maravillosos. Fui allí como un
maestro y le dije (al ministro): “Que sepas que cuando se marchó Wert,
todos sentimos una mezcla de esperanza y de alivio”. A ver si escuchan a
los maestros, a las familias y a los niños. Así empezaría a cambiar la
cosa.
¿A favor o en contra de los deberes?
Estoy a favor de que los niños tengan tiempo para sí mismos, para
incluso aburrirse. ¿Qué tiene de malo aburrirse? Los niños tienen
derecho a disfrutar de su infancia y las familias, de sus hijos. Habrá
niños que quizá necesiten algo de repaso, otros que solo necesiten
investigar, pero si hubiere deberes, debería ser para que los niños
investigaran o para completar lo que hacen en clase. No tienen la culpa
de que el currículo sea largo. ¡No tienen que acabar en casa lo que no
da tiempo de hacer en clase!
De hecho, muchos padres se quejan de que no tienen fines de semana por culpa de los deberes.
La gente desea que llegue el viernes para tener tiempo libre, pero
muchos niños no lo tienen. “¿Tenéis dos días? ¡Tomad caña!”. Pero lo que
no veo bien es que se haga una huelga contra los deberes porque para mí
es un error. Secundaría un diálogo, pero esta huelga, no. No es
acertada. Ya estamos otra vez enfrentados: padres y maestros…
¿Qué piensa sobre las críticas que ha recibido su propuesta
educativa, como la que plantea Alberto Royo en su libro ‘Contra la nueva
educación’, donde acusa a su modelo de despreciar el conocimiento y la
cultura y apostar por la felicidad ignorante?
Primero, le felicito por la tipografía de su libro porque es copia
exacta del nuestro; segundo, decir que se desprecia la cultura y el
conocimiento es no tener ni idea de educación, es tener los ojos
cerrados, es querer vivir en una educación de hace 30 o 40 años;
tercero, decir que a la escuela se va a aprender y no a ser feliz es un
error; y cuarto, estar en contra de la evolución es una equivocación.
¿Ninguno de los antiguos dogmas del sistema educativo son útiles?
Hay cosas que se hacen hace 40 años que sirven perfectamente ahora.
No hablo de innovación, sino de sentido común. Que los niños se sientan
implicados en su propia educación, que se sientan escuchados y queridos.
Una obviedad tremenda.
¿Qué se consigue con ello?
Que los niños y niñas tengan ganas de volver al día siguiente,
dejarles con ganas de aprender. Ahí entra también el tema de los
deberes, por supuesto. Si estás saturado con tu trabajo, es imposible
que al día siguiente vayas contenta y con ganas. A los niños les sucede
lo mismo. Es lógico.
Sí.
Seguramente hoy habrá miles de padres o madres que lleguen con su
hijo a casa y le digan: “Ahora tienes que hacer extraescolar, deberes,
no se cuánto más y, luego, a cenar y a dormir. ¡Y la infancia vuela! No
tengo hijos pero cuando los tenga, disfrutaré de ellos: pondré la pausa y
los llevaré al parque, a la biblioteca, a la librería y no sólo
aprenderán, también vivirán.
Y si mi hijo por la mañana me dice: ‘¡Mamá, no quiero ir al colegio, es que no quiero!, ¿qué es lo que falla?
¡Escúchale! y estate un buen rato hablando con ella. Pregúntale:
“¿por qué?¿qué ocurre?”. Habla con la maestra o el maestro y dialoga
todo lo que sea necesario. Al día siguiente tenéis que conseguir que el
niño vuelva al colegio con ganas. La motivación por la escuela ya está
en todos los niños, hay que saber cómo encontrarla.
Pasadas las Navidades, muchos padres empezarán a buscar escuela para el curso que viene, ¿qué les aconseja?
Antes los llevábamos en el colegio más cercano, ahora existe más
interés en ver qué tipo de educación se ofrece en cada centro. Y esto
significa que la gente está más preocupada por la educación de sus
hijos. Hay padres que preferirán una educación más clásica y, otros, una
educación que tenga en cuenta el compromiso social. Pero si yo tuviera
que llevar a mi hijo a una escuela, sería un lugar donde participara en
la sociedad, se le invitara a mirar su entorno e intentar cambiarlo y
mantuviera intacta la curiosidad innata de los niños.
http://www.lavanguardia.com/facebook-ia/20161128/412108186383/entrevista-cesar-bona.html