Asistimos, como todos los años desde hace ya más de
una década, al debate salarial docente aislado de las otras variables y
dimensiones. Es absolutamente necesario romper esta lógica y salir de la
coyuntura.
La dirigencia gubernamental debe dejar la hipocresía
de considerar a la educación el factor clave para superar la pobreza,
garantizar la movilidad social, la competitividad genuina y la formación
de los ciudadanos del siglo XXI y luego asignar recursos sobre la base
de un punto más o menos según la inflación. Si es cierto que la
educación puede promover todas esas dimensiones, debe ser la prioridad
en la asignación de recursos. Un aumento significativo de recursos es
condición necesaria para colocar el debate en otro lugar. Ese aumento
debe incluir salarios, pero en un contexto más amplio que considere, al
menos, condiciones de trabajo, formación inicial y continua, carrera
docente y evaluación de desempeño.
Las
condiciones de trabajo tienen dos componentes principales:
infraestructura y equipamiento didáctico. Muchos docentes se desempeñan
en edificios que no reúnen las condiciones mínimas para garantizar el
proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero además, si queremos avanzar en
la meta de la jornada extendida o completa hay que construir más
edificios y aulas. Para planificar esta política es necesario disponer
de información. Hace ya más de diez años se diseñó desde el Ministerio
de Educación un censo de infraestructura escolar. Nadie sabe si se llevó
a cabo y cuáles fueron sus resultados.
Respecto del equipamiento
didáctico, no alcanza con repartir computadoras que suelen usarse poco y
mal. Hay que mejorar la conectividad, introducir laboratorios para la
enseñanza de ciencias, textos, acceso a bibliotecas digitales, material
deportivo y recursos para las disciplinas artísticas.
En
la formación inicial y continua también es preciso introducir cambios
profundos. Enseñar hoy, en contextos de enorme desigualdad social y
diversidad cultural, es mucho más difícil que en el pasado. Necesitamos
estrategias para los formadores de docentes que les permitan brindar una
sólida formación técnica acompañada de acciones que den contenido a la
cultura del ejercicio de la profesión docente basada en la adhesión a la
justicia social, el trabajo en equipo, la confianza en la capacidad de
aprendizaje de nuestros alumnos y la responsabilidad por los resultados.
La formación continua requiere salir del curso de capacitación como
único dispositivo. Todas las encuestas al respecto indican que tienen
muy bajo impacto. Los docentes aprenden por su cuenta, con los colegas o
-si el director tiene iniciativas- con el equipo docente. Hay que
fortalecer estas modalidades sacándolas de lo informal, brindando
asistencia a procesos de autoevaluación y promoviendo capacitación en la
escuela y en equipo. La evaluación de desempeño tiene que estar
asociada a la formación. Todos sabemos que evaluar es la última etapa
del proceso de enseñanza.
La carrera docente es una exigencia
legal. La ley nacional de educación es muy clara al respecto. Se
mantiene la vía tradicional según la cual si un docente quiere ascender
puede hacerlo a puestos directivos, pero abre una nueva vía de ascenso
sin dejar el aula. Una parte del salario debería estar asociada a la
carrera, que puede ser aplicada en forma gradual: obligatoria para los
que ingresan y voluntaria para los que ya están en servicio.
Por
último, quisiera señalar que existen lugares y zonas del país donde
debería utilizarse el artículo de la ley que permite declarar la
emergencia educativa, aplicando medidas que le permitan al Ministerio de
Educación nacional actuar con intervenciones que salen de la normativa
habitual. Ya disponemos de información para avanzar en este terreno,
pero falta voluntad política para hacerlo.
Obviamente, todo esto
exige plazos, pero ponerlo en la mesa de debate permitiría salir de la
discusión coyuntural que se repite todos los años y volverá a repetirse
el próximo. El debate debe incluir otros actores -partidos políticos,
académicos, organizaciones no gubernamentales- además de los gremios.
Hoy ya hay voces que reclaman este debate, pero para avanzar hay que
superar los meros títulos y ponerles contenido a las propuestas. Quiero
recordar que todo esto ya estaba en el Plan Decenal de Educación
elaborado en 2010 por la UPEA (Unidad de Planificación Estratégica de la
Educación). Perdimos casi una década. No perdamos la próxima.
Ex ministro de Educación de la Nación