lunes, 21 de julio de 2014

Un día en la vida de un adolescente…



Agustín se levanta, se asea, se viste, y se va a la escuela. Llega justo para el sonido del timbre que indica que es el momento de formar. Todavía con sueño, casi como un zombie, se dirige al lugar donde forma su curso todos los días. Una detrás del otro, casi se amontonan, hacen silencio, escuchan Aurora mientras izan la bandera, palabras del rector. Casi todo le suena igual.
            En el mismo estado de somnolencia se encamina hacia su aula. Llega, se acomoda, se sienta. Entra el preceptor, se para, lo saluda, escucha tomar lista. Entra la profesora, se para, saluda, se sienta, y sigue en silencio.
            Con el pasar del tiempo se va despabilando. Quiere conversar con algún compañero, pero la docente lo reprende. Intenta escuchar. Se aburre. Saca el celular. Le llaman la atención nuevamente, y lo esconde. Lo sigue usando, pero de manera disimulada. La docente no puede darse cuenta ya que son más de treinta en el aula. Y no es el único que se aburre. No es el único que ya no escucha. No es el único que quiere hablar con sus compañeros. No es el único que usa el celular.
            Y así pasa toda la mañana. Cada tanto hay un recreo que apenas le permite ir al baño, estirar las piernas y comprar algo para comer o tomar. Con suerte.
Toca el último timbre de la jornada: hora de ir a casa. En realidad, hora de salir. Se queda un rato dando vueltas, con sus compañeros. No tiene apuro por ir a su casa. No suele haber gente en su casa a esa hora. Y si la hay, nadie lo espera. No tiene ganas de estudiar ni de hacer tarea. Pero finalmente llega a su casa.
            Agustín está sentado frente a su netbook. Está en Facebook, chateando con varios amigos, mientras sube unas fotos. Una compañera le manda un mensaje por whatsapp, avisándole que acaba de postear el link de un video que va a gustarle. Presiona el enlace y es transportado directamente a YouTube para verlo. Es un videoclip de su banda favorita. Sube el volumen. Le gusta una frase de la canción. Googlea la letra para releerla. Y finalmente tuitea: “A leer cuanto se pueda y a escribir que ese sea el ocio, que para el sistema cada ignorante es negocio”.

            Con algunos matices, más o menos, peor o mejor, algo de esto pasa todos los días en la vida de la gran mayoría de los adolescentes. Y ya no podemos seguir mirando para otro lado…

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