La escuela es un
espacio de posibilidad. Puede ayudar a curar las heridas sociales producidas
por el racismo y la discriminación. Para eso, es preciso que esté abierta a
comprender las experiencias y trayectorias juveniles.
Los niños y niñas
que viven en condiciones de marginalidad tienden a creer que no les da la
cabeza para el estudio, o que no nacieron para las matemáticas, y se sienten
inferiores, con baja autoestima. Pero un docente con altas expectativas puede
cambiar destinos. La confianza es un elemento vertebrador en el vínculo
docente-alumno/a. atravesado por el conocimiento. La autoridad que abraza se
manifiesta en las relaciones cara a cara.
La innovación
educativa no puede suceder sin confianza en los jóvenes. La condición para
innovar es volver a mirar a los chicos y chicas, con una mirada despojada de
prejuicios. La docente de esta historia supo volver a mirar a la niña como
niña, ver sus capacidades más allá de los estigmas. De esta manera, pudo
desnaturalizar la imagen que la niña tenía de sí misma, esta que le hacía creer
que no sabía “nada”.
Atreverse a romper
estructuras tradicionales de la evaluación, valorando los saberes más allá de
la escuela, es una tarea tan difícil como necesaria. Así las historias mínimas
de la vida en las aulas van a hacer emerger las grandes revoluciones
educativas, que se inician con la confianza en las capacidades de los alumnos y
alumnas.
Carina Kaplan
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